Perdiendo el control


Foto propia pueden usarla si así lo desean ;) 

Hace unos días se me cayó al piso el control remoto. Era sabido que entre tantos golpes, uno sería el fatal: cagó fuego. Ante la avalancha de preguntas  y los intentos fallidos por cambiarle al coso no quise decir que fui yo el culpable. Es que creo que todos fuimos parte en este desenlace. De el mismo modo todos cultivamos con nuestras propias manos, en la mohosa botonera, vaya a saber que germen o bacteria. Pero no quiero ponerme romántico.

Dirán: ¿pero tanto drama por eso? ¿No existe otra forma de cambiar los canales y subir el volumen? La respuesta es no. Es decir se hace imposible o tremendamente molesto si se fijan. Esos botoncitos son un chiste para los dedos. Nada ergonómicos y poco prácticos. Hasta el color negro soso invita a la depresión y hasta al sucidio. Los desafío a intentar no usar el control por unas horas para que vean. 

Por otro lado confieso que soy de la generación que vió como cambiaban las cosas. ¿Cómo es eso? Soy del año mil novecientos (los millennials no lo entenderían). Alcancé a ver la famosa perilla que hacía un sonido tan particular, como un golpe explosivo en los dedos casi eléctrico pero agradable. Daba gusto cambiarle solo y por placer. Por razones que desconozco (posiblemente económicas) el primer televisor que recuerdo en casa era uno en blanco y negro (ya existían hace mucho la tv a color) y traía esa famosa perilla. Después recuerdo otro que si tenía botonera pero una botonera completa, o sea con todos los números para buscar un canal específico sin tener que dar toda una vuelta manzana a toda la lista. ¿Parece algo lógico no? Pues parece que hoy no. Pero la tecnología siguió avanzando y apareció un día un televisor con control y botonera. A este lo podríamos denominar híbrido y creo que fue el más completo invento. Hasta que en la actualidad surgieron estos últimos en los que se suprimió parcial o hasta totalmente la botonera del aparato, en pos de aumentar pulgadas, y ahora todo depende del control. A partir de allí el control tomó todo el control, podría decirse y no es joda. 

Podría arguir que no entiendo estos cambios ilógicos, pero en realidad sé que el capitalismo y su hijo el consumismo están detrás. La novedad crea necesidades que no estaban antes como lo explican los que se dedican a la innovación.  Y en este constante y vertiginoso cambio uno realmente no puede elegir si prefiere una perilla o una botonera o como en este caso un control. 

A fin de cuentas, tuve que ir a una tienda especializada en controles remotos (increible que exista eso) Me atendió un joven muy amable que al ver mi control remoto marca Philips busco entre las cajoneras de todos los modelos disponibles y me dijo: 

_El arreglo, si es que tiene, cuesta $700 y un control nuevo como este sale $1400. Más las pilas $1700. 

Yo ya iba con la idea de comprar uno nuevo. No se lo dije al de la tienda para saber las opciones (disfruto el masoquismo de la cuenta). ¿Cuánto podía  durar el arreglo de ese aparato? Además dijo claramente "si es que tiene arreglo". Podía no tenerlo, además de la pérdida de tiempo consiguiente que vendría. Por otro lado ¿Cuánta vida útil le quedaba? No hacía falta un efecto señuelo para asumir que no queda de otra.

Hay un dicho que dice que todo tiempo pasado fue mejor. No coincido del todo con ese dicho. Quizás sí coincido en lo que se refiere a la música, a todo el arte y a la literatura. Bueno, quizás sí coincida en gran manera con ese dicho. La cuestión es que vivimos presos, presos de los técnicos electrónicos o lo que es peor presos de las tiendas electrónicas y de los kioscos, no tan electrónicos, que venden las pilas con la que funcionan la mayoría de los artículos. Finalmente todo esto termina en el en un basural, porque duran tan poco como una lámpara led. ¿Vieron cuanto dura una bombilla led? Menos que la antigua lámpara incandescente qué se quemaba con la mirada.

Yo cada vez veo menos TV. Mis horas improductivas las paso en youtube viendo canales o escuchando música. No me muero sin televisión, quizá sí sin películas. Pero creo que todo esta cuestión cambia y la burbuja de libertad se rompe cuando se te agota la batería del celu o se activa alguna otra trampita de la obsolencia programada y empieza el peregrinar para volver al sopor anterior. Nos damos cuenta de que no somos nadie sin nuestro bufón digital que nos hace creer que el tiempo no pasa  y que somos felices. Ahí es cuando la cosa se pone interesante.


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